29 de julio de 1968. La calma aparente del majestuoso Volcán Arenal llegó a su fin de manera abrupta. Aquella mañana, tras siglos de inactividad, el coloso ubicado en la Zona Norte de Costa Rica despertó con una fuerza devastadora que marcó un antes y un después en la historia del país.

En cuestión de horas, tres nuevos cráteres se abrieron en su flanco occidental, liberando nubes ardientes, bloques incandescentes y violentas explosiones que arrasaron con comunidades cercanas como Pueblo Nuevo, Tabacón y San Luis. La tragedia dejó un saldo de 78 personas fallecidas, además de la pérdida de viviendas, cosechas y ganado.

El paisaje quedó cubierto por material volcánico, asemejándose al de la superficie lunar. Ríos como el Tabacón fueron impactados por flujos de lodo y ceniza —conocidos como lahares— que arrastraron árboles, rocas y escombros en su camino.

Vecinos disfrutando del majestuoso Volcán Arenal, años 70´s.

La actividad eruptiva afectó un total de 234,61 km² y se mantuvo de forma casi continua hasta octubre del 2010. En ese periodo, el Arenal expulsó aproximadamente tres cuartos de kilómetro cúbico de lava y piroclastos, formando un nuevo y esbelto cono volcánico que hoy define su imponente silueta.

Con más de 7.000 años de historia geológica, el Arenal ha seguido ciclos eruptivos de entre 200 y 600 años. Su despertar en 1968 no solo transformó el entorno natural, sino también la vida, la memoria y la identidad de toda la región.

Memoria viva del Arenal
Para conocer más sobre este hecho histórico, los visitantes pueden acudir al museo local del Arenal, donde don Mincho Sibaja, un vecino sobreviviente de la tragedia, comparte sus anécdotas y recuerdos de aquel día que cambió todo.

Don Mincho Sibaja y visitantes en el museo local. Ubicado 4km de Nuevo Arenal hacia La Fortuna, San Carlos.