Costa Rica atraviesa una alarmante crisis de seguridad que golpea directamente a la niñez y adolescencia. En los últimos años, se ha disparado el número de menores de edad involucrados en delitos de homicidio y sicariato, revelando una realidad nacional marcada por la exclusión social, la deserción escolar y la penetración del crimen organizado.

Un panorama estremecedor

Según datos oficiales del Poder Judicial, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) y el Programa Estado de la Nación, el país registra cifras sin precedentes:

  • 100 menores fueron detenidos por homicidio en los últimos cinco años.
  • 244 adolescentes han sido condenados por asesinato.
  • Cinco niños de tan solo 13 años figuran como los sicarios más jóvenes detenidos y sentenciados en Costa Rica.
  • 135 menores de 17 años fueron condenados por homicidios solo en los últimos dos años.
  • Los expedientes por delitos contra la vida cometidos por menores se duplicaron entre 2019 y 2023, pasando de 496 a más de 1.000 casos.
  • En algunas zonas golpeadas por el crimen organizado, hasta un 80% de los jóvenes no superan el segundo año de colegio.

Un perfil criminal más joven e impulsivo

Expertos en criminología advierten que el perfil del delincuente juvenil ha cambiado drásticamente. Hoy es más común encontrar a jóvenes cada vez más jóvenes, impulsivos y sin planificación en sus crímenes. Esto es reflejo de una profunda vulnerabilidad social que facilita el reclutamiento por parte de grupos narco-criminales.

Más allá de la policía: el reto del abandono social

Si bien los operativos policiales son necesarios, no son suficientes. El fenómeno requiere un enfoque estructural y preventivo. La falta de oportunidades, el desempleo, la deserción escolar y el abandono institucional en muchos cantones y distritos del país son terreno fértil para que el crimen organizado capture a menores con promesas de dinero fácil y sentido de pertenencia.

¿Qué se necesita?

La solución pasa por una acción multisectorial que incluya:

  • Más inversión en educación, salud y cultura.
  • Programas de desarrollo local y empleo juvenil.
  • Atención psicosocial temprana y apoyo a familias en riesgo.
  • Prevención comunitaria y fortalecimiento de redes de cuido.

Costa Rica enfrenta una encrucijada: proteger a sus niños o permitir que sean víctimas del abandono y la violencia estructural. El tiempo de actuar es ahora.